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Mostrando entradas de abril, 2008

SONETO I

Bajo tus ojos se desmiente tu color, como la pena le teme a la gota presa del llanto. Se esconde si flota en mis labios, delatante, todo el valor que trepa al verde. E inventa en antojos solo un color falso. Lentas, mis manos se inquietan queriendo entenderlo. Vanos deseos los que inspiras en tus ojos. Y me quedo cayendo por sus bordes dormidos, como lágrima en acordes de sombra. Odiando a quienes perfuman los azules que en tu silencio calas, sin que encuentres en mi tu verde, alas bajo mi cuerpo, pieles que se suman. .

LLORARÉ AZUL

Mis ojos han callado lluvia. Trenzaron la distancia en sus pestañas. Pulieron, parpadeando el tiempo, recuerdos que emergían agudos, hirientes. Mañana lloraré azul. Mis pestañas pesando distancia caerán deshechas, y brillará filosa la punta de la memoria, traicionando mi esfuerzo. Tu mirada retumbará en mis ojos. Sacudirá su olvido sobre las heridas abiertas de mi ensueño. Caerán mis ojos. Mañana, lloraré el azul de tus pupilas. .

RENDICIÓN

Ahora que tus manos son mi cintura y las mías se esconden, lentas, entre el pelo mareado en tu cabeza para no saberse sonrojadas. Ahora que en mi pecho está la sombra de tu aliento, y despacio, la mía gana tu vientre, con mordidas asombradas y suspiros y temblores. Ahora que mis brazos ya se cierran, sosteniendo entero el peso de tu furia, y clavan con las uñas mi gemido, en tu grito. Ahora que la lluvia se parece a la yema de tus dedos, caminando mis piernas y llenando mi ombligo. Ahora que la luna solo copia la figura de tu espalda, y mis manos esculpiéndola. No soy mía. .

PERDIDA EN QUIETUD

Poema inspirado en el cuadro de Degas, “El ajenjo”. Hay un silbido de olvido en El Café. Silencio de muchedumbre. Su mirada, aún camina las palabras que curvaron su espalda y sus labios. Trata de acariciarlas, de retenerlas, pero ya han rebotado en arrugas de relojes disecados. La aturde la música de su lágrima. La aísla, lágrima seca que grita entre rostros huecos. Pesada. Sin verse, en un eco eterno que siega su oído. Ella aún lo mira. Sus ojos bordean sus labios, bañándolos con aliento de arena. Le han devorado el viento al que llaman alma. Nada mueve sus cabellos. Nada. Pregunta si existe la fuerza que levante sus hombros. Le pesan. Sigue mirándolo y pinta sus manos, transparentes. Las recuerda sobre su cuerpo untando ilusiones, clavando estigmas. Manos que robaron su piel, deshojando sus voces. Las besa, humectada de soledad. Él flota en silencio sobre su mirada. Flota sin sombra. A veces su imagen se nubla. No es el tiempo, sino llanto. Lo mira inmune al olvido. Perfume marchito

MUDANZA

Después de 5 años habían decidido mudarse. Las suelas de sus zapatos necesitaban nuevos polvos. Los ansiaban. Él la esperaba en el auto con los últimos bolsos de la mudanza, los más insignificantes. Ella recorría ese departamento, que en unas pocas semanas, se transformaría en un perfecto extraño con perfume a recuerdo. No revisó todos los cuartos, solo el matrimonial, la cocina, el living, los baños. Nada más. Un bocinazo rompió su nostalgia y pudo girar la manija de la puerta. Respiró aliviada, había pasado lo peor. Corrió al auto. Tenían que llegar a destino antes que los muebles. -Qué ridículo- pensó. -Que no nos ganen los muebles- reflexionó en voz alta, mirando a Paul con una sonrisa de chiste malo. Paul se rió, no del chiste, y la miró de reojo, con la ternura que envuelve la paz de saber que alguien ha superado un tormento. En el viaje no hubo silencios. Ya había habido demasiados en los últimos años. -Calculé el tiempo que me va a llevar llegar a la oficina. Media hora, no más

ACLARACIÓN

Lo único que puedo decirte, es que a veces la poesía embellece demasiado. Crea caricias que al tacto resultan imperceptibles. Y besa sin labios. Eso es poesía, si, recrearnos en cada verso. Embellecernos. Pero a veces cuesta mucho parecérsele. Llega el encuentro, y somos demasiado reales. .

SUEÑO HIPNÓTICO

A veces me despierto y solo veo párpados durmiendo. Me desespera. Toda yo estoy despierta, menos mis párpados. No puedo abrirlos, ni cerrarlos en lo absoluto del sueño. No puedo arrancarlos ni pegarlos a mis cejas. No se mueven, no despiertan, no viven, no mueren. Sueñan. Solo sueñan. ¿Cuánto tiempo más? Si ellos no reaccionan no puedo despertarme completa. Sería insano andar por el mundo con un porcentaje, pequeño pero auténtico, de mi cuerpo durmiendo, durmiendo y soñando. No, es totalmente ilógico. El problema termina de golpe. Junto fuerzas en los ojos y golpeo a mis párpados sistemáticamente, hasta que sin otra opción, bostezan y despiertan. Esa fuerza que usan mis ojos es en realidad horrible, llena de acordes reales, sin plumas ni identidad propia. Es tan verdadera que asquea, sin locura, ni aromas delirantes. Sin espejos mentirosos, ni sombras inventadas. Sin sueño. Un día cuando desperté, y no me copiaron mis párpados, se me ocurrió preguntarles la razón de su capricho. Les ha

TUS LETRAS

Una vez más llega la noche, me acuesto. Quiero apagar la luz para apagar con ella sueños absurdos, y la encuentro. La hoja que esconde tus letras tiembla en mi mesa de luz. No, otra vez no. Apago el velador. Se pasa corriendo una hora sobre mi cuerpo. ¿Una hora ya?. Intento con fuerzas casi dormidas, sedar mi mente que sigue enhebrando historias en agujas invisibles. Me siento una estúpida. Una vez más toco a oscuras el papel de tus letras, e ingenuamente me parece más suave que ayer. No quiero estropearlo del todo, no quiero besarlo y copiando noches anteriores seguir arruinando la hoja. Pero prendo la luz, abro el papel, y lo que intento frenar cae sobre su lomo blanco tatuado. Leo y siguen cayendo. Si no puedo contenerme van a terminar ahogando y borrándolo. No hay caso. Caen. En el papel solo se lee un lago negro y cadáveres tuyos, de tus letras, de tus manos. Pero mis labios siguen trenzando palabras, de memoria supongo. Si no es la memoria es él quien me las dicta, pienso. Una v

ALGO SENCILLO

Cada vez que te miro se oscurece el tiempo. Empiezo a recordar que te miraba, callada, unos segundos atrás. Y te encuentro entre el miedo de estar sola, y ausente. De repente comprendo que te sigo mirando. Tu perfume, su sabor con el mío el silencio, y un reflejo celeste de mi rostro en tu mirada me despiertan. Ya habrá lugar para el recuerdo. Cada vez que te miro imagino tu mirada. Su frescura de otoño y su luna. Entonces ansío llegar al violeta denso en que descansa. caer detrás de él. Ser ese violeta denso. Pero veo tus ojos callados mirándome. Tal vez indagando en los míos los mismas fantasmas. .

REJAS DEL BLANCO

No tiembla la hoja, tiemblan sus rejas. (Tiembla mi miedo). Maquillarlas es deseo pasado. No voy a escribir. Ellas nadan despacio, meneando sus ansias de atraparme viva, fresca. Suben al lápiz y lamen mi piel. Ya es suya. Peligra mi mano. Trepan durmiendo el pasado, con gotas infantes. Las veo avanzar, inflándose el hambre con mi cansancio. ¿Qué me están comiendo? Suda el miedo temblores vacíos de letras. Ellas suben engordando mi parálisis. Se anudan en mi hombro y siguen. ¿A dónde van? Se enroscan, gruesas. Tensamente alrededor, se enroscan. ¿Qué querrán los renglones en mi cuello? .

PLEGARIA NOCTURNA

Horas intentando que la noche sea oscura, de una vez por todas oscura como el negro, como el sueño y el cansancio. Pero no, el arco iris se concentra en los vasos de mi insomnio. Admito a veces llenarlos hasta que renvalsan. Hoy no. Hoy necesito que evaporen sus filos. Me lastiman. Necesito apagar el dibujo que reflejan con gritos en mis uñas. Gritos ilusos. El día en que callen la sal de mis ojos, quedo ciega. ¿Vale el reto?. No, no puedo vestirme con borgoña de pétalos. El otoño marchitaría mi piel. Me desnudaría y la sangre saldría triunfando, bordeando mis caderas hasta que brille el olor del fracaso. Y me ahogue. O lo ahogue yo, con manos impregnadas de rendimiento blanco. Pero entonces mi noche sería blanca, y yo la quiero negra. Solo pido noches negras, neutras, vacías. No necesito arco iris con túnicas blancas. Soy demasiado curiosa. .

LA MAR

Hay aguas muriendo, sedientas. Arañan sus gritos gargantas de arena. Las aguas están muriendo. Tragan suspiros que arrancaron sus dientes de las rocas. Sonrisas ahogadas. Les digo que mueren. No bailan, no, agonizan. Piden socorro a las burbujas del viento. Desesperan. Hay quienes pisan sus entrañas. Sales, en azotes azules. Nadie mira. Ellas nunca dejan de agonizar. Desde siempre están a punto de morir, o de saberse muertas. .

IDÉNTICO

Poco a poco fue admitiendo que se le parecía en todo, la cara y las manos, el mechón cayéndole en la frente, los ojos muy separados, y más aun en la timidez, la forma en que se refugiaba en su revista de historietas, el gesto de echarse el pelo hacia atrás, la torpeza irremediable de los movimientos. Era idéntico. Se interrumpió su análisis. El sujeto se levantó del banco de aquella plaza y empezó a caminar por la peatonal. Ella imitó sus movimientos casi por inercia. Habiéndolo comparado desde el banco de enfrente por largos minutos, intentó olvidarse de la coincidencia inútil. Inesperadamente el hombre comenzó a acercársele determinado. Enrollaba su revista entre los dedos, con torpeza, descargando una irresistible timidez y mirándola fijo. De repente, mientras él se acercaba, ella tuvo un pensamiento insólito. ¿Podría amarlo?. No, sería imposible. El amor es más que la apariencia de los sentimientos, se dijo. El hombre al que había amado estaba lejos de reaparecer en su vida, por lo

POESÍA PERMUTANTE

si fuera cierto el verde en tu mirada tibia, resbalaría mi luna por tu mejilla empinada, hipnotizando el rincón en que se eriza tu cuello, con porcelana de labios fríos, más fríos aún que la caricia, para que encierren mis manos todo el sabor de tu rostro, de un rostro mudo que tiembla mi sombra, .

UNA TARDE CON NENÉ

-¡Encontré la mejor modista del mundo para que te arregle ese blazer espantoso que te compró tu madre!- contestó una voz alteradísima, a la melódica forma con que acostumbro atender el teléfono. –Preparate que en dos segundos estoy allá querida, ¡te va a quedar brutal!- y colgó. Podes?, estás desocupada o te viene mejor otro horario?. No, esas son preguntas que mi abuela no registra cuando una idea viene acarreándola como lancha a un practicante de windserf. Sin otro remedio, guardé los libros que intentaba desenredar para el examen de la semana siguiente, y suspiré, dándome cuenta que la enredada era mi mente. Esperaba que la travesía que se avecinaba concluyera pronto y sin lesiones mayores. Ingenua esperanza la mía. Cambié mi deprimente camisón de estudio por unos jeans y una remera holgada, sin firuletes ni inscripciones raras, fina y elegante. ¿Para que vestirme de rojo ante un toro furioso? Esos son pequeños detalles que con la práctica, uno aprende a sistematizar antes de salir