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Mostrando entradas de octubre, 2008

LA DANZA MÁS ANTIGUA

Sutilmente, me disfrazo de conquista. Cuatro veces desde cuatro ángulos. Mi cuello intenta tu mirada tu piel me siente de reojo, y el perfume que me vende gira en círculos mareados buscando tu ombligo. Reteniendo mi deseo moldeándolo translúcido, intento no mirarte. Y me pierdo en la obviedad más profunda del anhelo. Traicionándome a mi misma. Me agrede el silencio indesifrable de tus dientes, que no besan ni muerden . Sonríen. .

SONETO IV

Hoy supe que el silencio era tu ombligo. O esa costumbre de besarlo cuando se distrae su cosquilla, aunque obligo a que despierte y me mire, gritando la impotencia de embriagarse. O puede que el silencio sean tus manos, bajo la flor que dibujan para que quede en mi vientre, aún cuando sé que el tajo de mi blusa es alto. Y la gente mira. Nuestros silencios se comportan poco. Cada vez menos. Y sé que si el loco temblar de tu aliento, fuera mentira en mi pecho. Si callaran la cruda fe del silencio, quedaría muda.

SONETO III

Hoy me desperté en completo silencio. No era la sábana huyéndole a piernas húmedas, ni el frío. Era silencio de jazmines, recorriendo con tiernas espinas el sudor de mi cuerpo. No era tranquilidad. Algo quemaba, como le quema el agua al pez en la primera sombra, y sigue nadando su lomo lunado. Llorando placer y erguido sobre lágrimas. Así solo aumentará el vicio que lo entierra en el fuego. ¿Tendrá sabor a pez mi silencio partido?. Entonces tomé conciencia, y tu mano temía perder mi cintura. En vano.

SONETO II

Si me amaras leyendo entre mis ojos la duda, la tristeza, el dolor seco de saberte ausente esos días rojos en que me arrancaste el pudor. Peco al amarte, y peco al dolerme mi amor en tu mirada. Por no querer entender su distancia ida en mi cuerpo, el sabor vacío que sus labios besan solo al ver mi llanto. Puede que hoy quieras calmar ardores y sangrar mis penas, sepultar bajo mi piel tu espada y regalarme el frente de tu cuerpo. Pero yo estaré buscando escuchar tus ojos, y dudaré el sabor de tus manos, al amarme.

SONETO V

Bajo la curva triste de tus ojos resbala mi lágrima. No la tuya. Temblando tus penas. En mares rojos que saben morder, filosos, sin que huya mi beso. Tragarme. Trepando sobre el control de mis esquinas. Sabiendo lo aparente de su calma. El pobre grito que no fue a tiempo. Cayendo sola en tu cuello, mi lágrima, supo la sal de tu gemido. Su miedo. Buscó el fondo de tu entrega. Donde agrupo mi celo para descansar. Atada fría a la línea que define triste la caída negra de tu mirada. .