Ahora que tus manos son mi cintura
y las mías se esconden, lentas,
entre el pelo mareado en tu cabeza
para no saberse sonrojadas.
Ahora que en mi pecho está la sombra de tu aliento,
y despacio, la mía gana tu vientre,
con mordidas asombradas y suspiros
y temblores.
Ahora que mis brazos ya se cierran,
sosteniendo entero el peso de tu furia,
y clavan con las uñas mi gemido,
en tu grito.
Ahora que la lluvia se parece a la yema de tus dedos,
caminando mis piernas y llenando mi ombligo.
Ahora que la luna solo copia la figura de tu espalda,
y mis manos esculpiéndola.
No soy mía.
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