Ir al contenido principal

SONETO II

Si me amaras leyendo entre mis ojos
la duda, la tristeza, el dolor seco
de saberte ausente esos días rojos
en que me arrancaste el pudor. Peco
al amarte, y peco al dolerme mi amor
en tu mirada. Por no querer entender
su distancia ida en mi cuerpo, el sabor
vacío que sus labios besan solo al ver
mi llanto. Puede que hoy quieras calmar
ardores y sangrar mis penas, sepultar
bajo mi piel tu espada y regalarme
el frente de tu cuerpo. Pero yo estaré
buscando escuchar tus ojos, y dudaré
el sabor de tus manos, al amarme.

Comentarios

Entradas populares de este blog

SONETO I

Bajo tus ojos se desmiente tu color, como la pena le teme a la gota presa del llanto. Se esconde si flota en mis labios, delatante, todo el valor que trepa al verde. E inventa en antojos solo un color falso. Lentas, mis manos se inquietan queriendo entenderlo. Vanos deseos los que inspiras en tus ojos. Y me quedo cayendo por sus bordes dormidos, como lágrima en acordes de sombra. Odiando a quienes perfuman los azules que en tu silencio calas, sin que encuentres en mi tu verde, alas bajo mi cuerpo, pieles que se suman. .

ESCRITURA AUTOMÁTICA

La música de fondo es una voz. Gris. Monótona. Una “voz académica”. No entiendo lo que dice porque no escucho. ¿Escucho algo alguna vez? Mi mamá dice que no. Mi mamá. Mi mamá bajo, sobre, entre. Siempre. No, no tengo cinco años, ya cuento veinte y varios más. Sorprende, sí. Pero yo le regenero el pedazo que me muerde. Soy conciente al menos. Eso es lo que creo en momentos como estos, chatos de jirones, nudos, desates y vueltas a atar. En momentos de silencio de monotonía. No voy a negar que en pocos minutos tal vez me anude, enrede y sienta culpa. ¿Ciclotimia? Puede ser. Tal vez sea eso. Pero sigamos con lo que veníamos. O con algo. Al menos sigamos. Antes de que me pese la cabeza y me descubra boca abajo. ¿”Enamorados del ordenamiento jurídico” dijo? ¡¿Enamorados?! Que al menos no me englobe en semejante sentencia. No se cómo se me ocurrió escribir con esta música. No se siquiera por qué se me ocurrió hundirme, tirarme de cabeza en renglones oscuros, lejanos, profundos y le

SIN TÍTULO

Llevo tu caricia atada a mi cintura. Suave, apenas rozándome. Así como fue, o es. Sin dobles nudos ni moños falsos. Exacta. Sigue empecinada en marearme girando redonda bajo mi blusa. Las caricias que aún te conservan suelen vivir en mi vientre. Pero ya no estás. Y sería una pena desvirtuar el violeta tenso de su tacto, como el sabor temprano de tu mate lento o el olor a otoño del saco que nunca usaste. ¿No podés hacer algo? Voy a tener que arrancarla de golpe. Desprendiendo cada rincón brusco en el que se quedó enrosacada, sin importarle a tus manos que me duelan los surcos cuando ya no los recorran. Sabré exactamente de dónde tirar, para que no grite mi piel ni la mano en tu caricia. Y así la risa se resbale del recuerdo, débil, como un sonido que nunca ha sido más que eso. Como el viento leve que solo se percibe abriendo demasiado los ojos. Hasta que la húmeda incomodidad lo hace evidente. .